martes, 20 de septiembre de 2011




Úrsula sufría de claustrofobia desde que era una niña. Jamás subía a los ascensores, ni viajaba en metro y por las noches dejaba puertas y ventanas abiertas de su habitación. Nunca le gustaron los apartamentos ni los supermercados.
En su lecho de muerte, un día, despertó en un llanto de histeria a todo el personal clínico.
Cuando el médico a cargo le preguntó qué había ocasionado el grito ella simplemente fijo la mirada en el vacío y contestó.
- Me perdí en una hoja de Excel.

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