lunes, 9 de mayo de 2011

Ni fú.

La otra noche, de forma sutil y sin encanto se me declaró el gusto por salir a caminar de noche, una copia saludable de la vida bohemia. Algo tan sencillo como sincronizar los pies, echar marcha adelante y desplazarse. ¿Qué de generoso tendría pisar unos cuantos bloques de cemento y volver al hogar?  Me pondría a buscar una respuesta si tuviera deseos de saber porqué me gusta más caminar que ver la telenovela o leer el periódico. Los avisos clasificados no estuvieron buenos. Las noticias, ni hablar.  Sube el gas, la bencina, los colectiveros se van a paro, el siete por ciento de los jubilados, las promesas que deambulan en el limbo, por eso debe ser que me gusta echar marcha adelante y desplazarse… unos minutitos caminando sin pensar en volver. Ir, sólo ir. No podría negar que cuando emprendo la retirada, siento una punzada nostálgica en uno de mis costados. Eso debe ser lo único molesto de salir a andar sin rumbo fijo, la certidumbre ingrata de que hay que volver. Pero bueno, no todo puede ser perfecto.

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